El sonido del pasado: La lucha de los organilleros por sobrevivir en la modernidad

En el bullicio de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, entre el claxon de los autos y las conversaciones de los transeúntes, resuena un sonido inconfundible: la melodía nostálgica de un organillo. Es un eco del pasado que, a pesar del avance tecnológico y el cambio de hábitos en la sociedad, sigue resistiendo el paso del tiempo.

 

Origen y tradición

Los organilleros tienen su origen en Alemania y llegaron a México a finales del siglo XIX. Fue durante el Porfiriato cuando estos instrumentos musicales mecánicos, traídos por inmigrantes europeos, comenzaron a tocar en plazas y calles, convirtiéndose en un símbolo sonoro de la vida urbana. Con el tiempo, los organilleros se organizaron en gremios y asociaciones para proteger su oficio, transmitiéndolo de generación en generación.

 

En la actualidad, los organilleros son mayormente operados por trabajadores de la Unión de Organilleros de México, quienes, vestidos con su característico uniforme caqui y gorra, giran la manivela de sus organillos para hacer sonar melodías clásicas y tradicionales. Aunque algunos instrumentos han sido reparados con el paso de los años, la mayoría de los organillos tienen más de un siglo de antigüedad.

 

El desafío de la modernidad

A pesar de ser parte del patrimonio cultural de México, los organilleros enfrentan una dura realidad. Con la llegada de nuevas formas de entretenimiento y la transformación del espacio público, la tradición ha ido perdiendo apoyo y reconocimiento. Muchos ciudadanos los consideran una reliquia del pasado y cada vez es más difícil para los organilleros obtener ingresos suficientes para subsistir.

 

Además, el mantenimiento de los organillos es costoso y complicado, ya que no existen muchos talleres especializados en su reparación. La pandemia de COVID-19 también afectó gravemente a este sector, ya que las restricciones de movilidad y la falta de turistas redujeron drásticamente sus ingresos.

 

Un futuro incierto, pero con esperanza

Para algunos organilleros, la tradición está en riesgo de desaparecer si no se implementan medidas para su preservación. Se han propuesto iniciativas para catalogar el oficio como patrimonio cultural inmaterial de la Ciudad de México y generar apoyos gubernamentales para su conservación.

 

Mientras tanto, los organilleros continúan en las calles, manteniendo viva una de las pocas tradiciones sonoras que aún resisten en la modernidad. Cada giro de la manivela no solo produce música, sino que también cuenta una historia de resistencia, nostalgia y tradición.

Para quienes caminan por las calles de la ciudad, detenerse a escuchar un organillo no es solo un acto de apreciación musical, sino una manera de honrar un legado que, con esfuerzo y pasión, lucha por no desaparecer.

 

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